El cambio climático es una realidad. Es más, desde hace algunas décadas, sus efectos han comenzado a ser más graves. Uno de ellos es, desde luego, el aumento de la temperatura global, el cual afecta directamente a los ecosistemas. Precisamente, al preguntarse por cómo afecta el cambio climático a la biodiversidad, es inevitable pensar en la pérdida de especies y el acelerado crecimiento de las listas de animales y plantas en peligro de extinción. Esto texto aborda los aspectos más relevantes de este tema.
La biodiversidad se comprende como la diversidad biológica presente en el planeta Tierra; es otras palabras, da cuenta de la variedad de formas de vida que habitan en él. En términos generales, dicha diversidad incluye especies de plantas, animales, insectos, microorganismos y hongos, los cuales se hallan en determinados ecosistemas. Considerando lo anterior, la biodiversidad también incluye la variabilidad genética de las especies, las condiciones particulares de los ecosistemas y los procesos biológicos que rigen tanto la pervivencia como evolución de las especies.
Por su parte, la importancia de la biodiversidad radica en que permite el equilibrio entre los diversos ecosistemas existentes. Esto, desde luego, tiene un impacto directo no solo en las especies que los componen, sino también en el sostenimiento de la vida humana, la cual depende de las especies, sobre todo animales y vegetales, para subsistir. En el caso de la pérdida de biodiversidad, muchos ecosistemas pueden colapsar y generar, por lo tanto, un efecto en cadena. Debido a la interdependencia entre plantas, animales e insectos, quebrar este equilibrio puede tener efectos negativos en el clima, la agricultura y a diversidad en general.
Las actividades industriales y las dinámicas económicas de los últimos siglos han impactado dramáticamente en la biodiversidad. Precisamente, el efecto invernadero –causado por la emisión de CFC y CO2– y la depredación de ecosistemas –como los bosques y los arrecifes de coral– están causando la pérdida de especies a un ritmo insólito.
Esto se explica por el aumento de la temperatura global, cuyo efecto directo es la alteración de las condiciones ambientales que permiten el desarrollo y preservación de las especies. Sin condiciones propicias para la vida, puede ocurrir la pérdida de hábitats completos, así como la vulnerabilidad de muchas especies.
Actualmente, se cuentan por miles las especies que se encuentran en peligro de extinción. Muchos mamíferos, anfibios, peces, reptiles y aves afrontan diversas amenazas, las cuales las sitúan en diferentes categorías de riesgo: vulnerable, en peligro, en peligro crítico, extinto en estado silvestre y extinto. Según de Red List of Threatened Species, más de 42.100 especies afrontan estos niveles de peligro, en los que se incluyen también los crustáceos, las coníferas y los arrecifes de coral.
Entonces, las especies que no logran adaptarse a los cambios son susceptibles de desaparecer. Como se mencionó, con la pérdida de una o más especies, se puede generar un efecto de cascada: si un insecto depende de una planta y esta desaparece, disminuirá su población, lo que a su vez afectará a animales que se alimentan de él, y así sucesivamente. Esto subraya la necesidad de fomentar la conservación y de tomar medidas para mitigar los efectos del calentamiento global.
En cuanto a las especies terrestres, estas están experimentando cambios drásticos ocasionados por el cambio climático. Entre ellos, los mamíferos sufren cada vez más la depredación de hábitats, así como de los ritmos y ciclos de migración que históricamente han seguido. Un caso que ejemplifica esto es, desde luego, el oso polar, una especie que está en peligro de extinción debido a la pérdida de hielo marino. Por su parte, con el cambio de patrones en la floración y fructificación de plantas, otras especies pueden perder las fuentes principales de su alimentación, sobre todo los herbívoros, que dependen de vegetación fresca y variada.
Los ecosistemas marinos son quizá los más perjudicados por el cambio climático, debido a que la modificación de la temperatura del agua y la acidificación de esta pueden afectar la supervivencia de numerosas especies, las cuales son muy sensibles a los cambios en sus hábitats. Aunque el ejemplo más común es la muerte de los corales –cuyo volumen ha disminuido hasta en un 14 % desde la segunda década del siglo–, muchos peces están cambiando su distribución en los océanos y, en consecuencia, productividad. Esto está provocando, junto con la pesca de arrastre y la depredación de la fauna marina, la pérdida acelerada de especies y la inclusión de estas en los niveles de peligro crítico de extinción, como algunas especies de tortugas marinas.
Los insectos tienen un rol fundamental en la preservación de la biodiversidad y de los ecosistemas en general. Aunque suelen pasar desapercibidos, estos cumplen funciones críticas para la vida de muchas especies, como la polinización, la descomposición de materia orgánica y, desde luego, la alimentación de especies que dependen de ellos. Como ocurre con la flora y fauna marina, los insectos son altamente sensibles a los cambios de temperatura. Estos pueden llegar a modificar sus ciclos de vida, reproducción, su masa y su influencia en los ecosistemas a los que pertenecen. Aunque se cuenten por millones, muchas especies de insectos están críticamente amenazadas. Las abejas son el claro ejemplo de esto.
Se habla mucho sobre la situación en la que actualmente se encuentran las abejas. Se sabe –y de ahí el interés por preservarlas– del rol que cumplen en la polinización de muchas especies de plantas. Sin embargo, el cambio climático, el uso de insecticidas, la depredación de ecosistemas en los que son endémicas, el crecimiento de zonas urbanas, entre otros, han menguado su población a nivel mundial, sobre todo en estado salvaje. Por ejemplo, la Unión Europea ha reconocido la importancia de las abejas y está trabajando para mejorar la permeabilidad de los espacios y fomentar la conservación de estas.
Ahora bien, la biodiversidad y el calentamiento global están intrínsecamente vinculados, y entender cómo afecta el cambio climático a la población y a los ecosistemas es esencial para mitigar sus efectos. Las abejas, así, son un indicador de la salud de los ecosistemas y su declive es una señal de advertencia de los efectos del cambio climático en la biodiversidad. La protección de las abejas y de otras especies polinizadoras es esencial para la conservación de la biodiversidad y para garantizar la seguridad alimentaria. Por lo tanto, es crucial tomar medidas para proteger a las abejas y a otras especies de los efectos del cambio climático.
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