Las enfermedades cardiovasculares (ECV) forman parte de las primeras causas de muerte en el mundo. Esto hace necesario no solo conocer información sobre los factores de riesgo cardiovascular (FRCV), sino también tener en cuenta las medidas preventivas para reducir el riesgo de enfermedad arterial, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, infarto de miocardio, entre otros. Un estilo de vida saludable permite afrontar los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Estos se detallan a continuación.
La alimentación es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares que no debe dejarse de lado. En efecto, si una persona consume una dieta alta en grasas saturadas, junto con la adición excesiva de sal (sodio), se puede desarrollar un nivel elevado de colesterol en la sangre y, en consecuencia, una presión arterial más alta. Los alimentos ultraprocesados, la comida rápida y las frituras pueden contener niveles de grasas saturadas y sodio muy por encima de lo recomendado.
Los antecedentes familiares –abuelos, padres o hermanos, por ejemplo– son un indicador de riesgo. La predisposición genética, en este sentido, puedo influir directamente en la susceptibilidad a otros factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia. Durante las revisiones médicas, es importante comunicar a los profesionales de la salud cuál es el historial médico familiar no solo para una evaluación exhaustiva de la salud cardiovascular, sino también para la recomendación de medidas de prevención y autocuidado.
La hipercolesterolemia o exceso de colesterol en la sangre es uno de los factores que más inciden en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. La aparición de lesiones ateroscleróticas (placas de ateroma) en la aorta, las arterias y los vasos sanguíneos puede obstruir el flujo sanguíneo, lo que puede elevar la tensión arterial o derivar en accidentes cerebrovasculares.
La diabetes es uno de los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares de más cuidado junto con el exceso de colesterol. El control inadecuado de la glucosa en sangre puede acelerar el proceso aterosclerótico y deteriorar la función endotelial. Sumado a esto, la diabetes puede causar problemas de disfunción renal y afecciones en la vista.
La edad avanzada también puede propiciar la aparición de enfermedades cardiovasculares. Es más, entre los 45 años y 55 años, pueden emergen problemas como la hipertensión, sobre todo cuando esta forma parte de los antecedentes familiares. Junto con esto, con el envejecimiento, se presentan cambios estructurales y funcionales en el sistema cardiovascular que pueden incrementar la susceptibilidad a la aterosclerosis.
La hipertensión arterial es un factor de riesgo cardiovascular notable. La presión arterial elevada puede causar daño progresivo en los vasos sanguíneos y el corazón, lo que facilita el desarrollo de enfermedad arterial y fallo cardíaca. Si la tensión alta se suma a la obesidad, el tabaquismo o la hipercolesterolemia, el riesgo de enfermedad cardiovascular incrementa sustancialmente.
La salud emocional y el manejo del estrés son aspectos cruciales en la prevención cardiovascular. El estrés crónico y la ansiedad pueden alterar la homeostasis del sistema cardiovascular: incremento intempestivo de frecuencia cardiaca, liberación de hormonas como la adrenalina, susceptibilidad a generar coágulos de sangre, comer o fumar en exceso, entre otros. Como ocurre con otros factores, puede incrementar la posibilidad de desarrollar hipertensión y accidentes cerebrovasculares.
La inactividad física no permite quemar las calorías acumuladas en el cuerpo. Esto, desde luego, promueve la acumulación de grasa, el aumento de peso, el incremento de la circunferencia abdominal y los problemas asociados a la tensión arterial. Sin ejercicio recurrente, se puede ver afectada la función endotelial, así como desarrollar un perfil lipídico poco saludable.
Estas condiciones están asociadas con resistencia a la insulina, hipertensión, hipercolesterolemia e inflamación crónica, todos ellos factores que contribuyen al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Se deben mantener un índice de masa corporal (IMC) adecuado según la estatura y peso recomendado para cada persona.
Se trata de costumbres dañinas que pueden afectar gravemente la salud cardiovascular. El tabaco puede acelerar proceso aterosclerótico y aumentar el riesgo de trombosis (véanse las sustancias presentes en los cigarrillos, como el alquitrán y el dióxido de carbono), mientras que el consumo excesivo de alcohol puede elevar la presión arterial y contribuir al desarrollo de cardiopatías. Si ambas condiciones se unen a los factores antedichos, se incrementa dramáticamente la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
Una dieta equilibrada y adaptada es esencial para la prevención de las ECV. Es recomendable incluir una variedad de alimentos ricos en nutrientes, como frutas, verduras, granos enteros, proteínas magras y grasas saludables provenientes de fuentes como el aceite de oliva y los frutos secos. La reducción del consumo de sal y grasas saturadas es fundamental para mantener un perfil lipídico óptimo y una presión arterial saludable. Es recomendable recibir el asesoramiento de especialistas en nutrición para la confección de dietas con fines específicos, como bajar de peso.
La actividad física regular es imprescindible en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Se recomienda realizar, al menos, 30 minutos de actividad física moderada al día, junto con ejercicios de fortalecimiento muscular y rutinas de cardio, como trotar. El ejercicio contribuye a la mejora de la función cardiovascular, la reducción de la presión arterial y el mantenimiento de un peso saludable.
La pérdida de peso, en caso de sobrepeso u obesidad, puede tener un impacto significativo en la reducción del riesgo cardiovascular. Un descenso moderado del peso puede mejorar la función cardíaca, reducir la presión arterial y mejorar los niveles de colesterol y glucosa en sangre. Se recomienda revisar constantemente el IMC para conocer el riesgo de sobrepeso u obesidad.
El abandono del tabaco es una de las intervenciones más efectivas para reducir el riesgo de ECV. El tabaquismo es un factor de riesgo mayor para la aterosclerosis y la trombosis, como se ha mencionado. Abandonar el tabaco puede mejorar la función cardiovascular y reducir el riesgo de enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular.
El consumo moderado de alcohol puede formar parte de un estilo de vida saludable. Sin embargo, su consumo excesivo puede aumentar la presión arterial, contribuir con el desarrollo de diabetes e incrementar el riesgo de ECV.
El apoyo psicológico y el manejo del estrés son esenciales para la salud cardiovascular. Estrategias como la terapia cognitivo-conductual y técnicas de relajación pueden ayudar a gestionar el estrés y, por lo tanto, reducir el riesgo cardiovascular.
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