Uno de los principales objetivos de las empresas es alcanzar una alta rentabilidad a partir de sus actividades en el mercado. No obstante, para conseguirla, despliegan un conjunto de estrategias que les permite adquirir mayor presencia y reconocimiento en su sector. Una de ellas es, desde luego, el joint venture, un tipo de asociación entre empresas que permite la colaboración en diferentes niveles. Precisamente, este texto busca responder a qué es joint venture, además de presentar información relevante sobre este tipo de contrato.
Una joint venture es una empresa conjunta. Representa una modalidad de colaboración empresarial que se establece con el fin de que sus participantes consigan objetivos específicos. Según el Diccionario panhispánico del español jurídico, “puede suponer una gama amplísima de acuerdos entre empresas, desde meros contratos de colaboración a la creación de una sociedad conjunta”; es decir, implica la constitución de una empresa. La entrada del diccionario también señala lo siguiente: “El caso paradigmático es el de la filial común, creada y participada al 50 % por dos empresas o grupos de empresas con una finalidad de interés común, como participar en la licitación de un contrato público”.
En este sentido, el joint venture no contempla la fusión de empresas; por el contrario, se trata de una alianza estratégica que establece que cada una de ellas pueda beneficiarse mutuamente con recursos, tecnologías o mercados a los que, de manera individual, no podrían acceder. Ahora bien, muchas empresas buscan constituir una joint venture para acceder a mercados internacionales, aprovechar economías de escala o desarrollar proyectos que requieren una inversión significativa. A pesar de estos vínculos estrechos, cada entidad conserva su independencia jurídica y operativa mientras comparten recursos en una actividad común.
Con todo, la creación de una nueva sociedad o nueva colaboración puede ser temporal, dependiendo de los objetivos y acuerdos establecidos entre las partes. Se formaliza a través de un contrato de joint venture.
En un contrato de joint venture se establecen las bases y condiciones bajo las cuales las entidades colaborarán. Se trata de un documento legal que permite reconocer con claridad la relación y participación de cada parte.
El contrato debe especificar claramente los objetivos que las partes buscan alcanzar con la colaboración. Puede tratarse de la entrada a un nuevo mercado, el desarrollo de un producto o cualquier otro propósito empresarial. Un claro ejemplo es la constitución de un joint venture internacional cuando se busca acceder a mercados situados fuera del ámbito nacional.
Se detallan los recursos, ya sean financieros, tecnológicos o de otro tipo, que cada entidad aportará al proyecto conjunto. Por ejemplo, se establece el aporte de capital que hará cada empresa de manera individual.
El contrato debe indicar explícitamente la duración de la joint venture o empresa conjunta. De este modo, se hace constar si el acuerdo se extenderá a corto, medio o largo plazo. Como se ha mencionado, existe la posibilidad de la fusión si las empresas así lo desean.
Al tratarse de un proyecto conjunto, las empresas participantes están a cargo del control de las operaciones. De ahí que la toma de decisiones debe realizarse según las responsabilidades pautadas en los contratos de joint venture. Esto implica, por lo mismo, la repartición de los beneficios o pérdidas derivados de la actividad.
Aunque se comparta un objetivo común, cuyos beneficios y pérdidas se distribuyen, el resultado de la colaboración no adquiere un nombre como si se tratara de una empresa de reciente fundación. La entrada al mercado se da a través de los nombres que cada una de ellas tiene.
Una joint venture permite a las empresas ingresar a territorios donde no tienen presencia, de tal manera que una se beneficia del conocimiento local de la otra entidad.
Puede ocurrir que una empresa requiera de determinados recursos, ya sean financieros, humanos o tecnológicos, por lo que ofrece sus servicios a otra empresa. Al unir fuerzas, se optimiza la inversión y se reduces riesgos en torno al manejo de los pasivos y activos.
Muchas empresas pueden colaborar en proyectos de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, un aspecto clave para alcanzar la innovación en los sectores a los que pertenecen.
En algunos países, las regulaciones pueden dificultar la entrada de empresas extranjeras. Una joint venture con una entidad local puede facilitar el acceso a esos mercados.
Al compartir la inversión y responsabilidades, las empresas pueden mitigar los riesgos asociados a grandes proyectos o inversiones.
Conocida también como empresa conjunta societaria, este tipo implica la creación de una nueva entidad legal. Las empresas involucradas aportan capital y, en consecuencia, tienen una participación en la nueva sociedad. Es común en situaciones donde se busca una colaboración a largo plazo y se desea tener una estructura separada para gestionar el proyecto conjunto.
Conocida también como joint venture contractual, a diferencia del anterior, en la non-equity joint venture no se crea una nueva entidad legal. En lugar de ello, las empresas colaboran mediante acuerdos contractuales. Estos acuerdos definen roles, responsabilidades y la distribución de beneficios y pérdidas, pero sin la necesidad de establecer una nueva empresa.
Establecida para un proyecto específico, esta alianza tiene una duración determinada, que finaliza una vez se alcanzan los objetivos del proyecto o se agota su duración prevista.
En este tipo, las empresas combinan recursos y capacidades para actividades ya existentes, ya que buscan optimizar procesos, reducir costos o mejorar la calidad.
Las empresas participan conjuntamente en una inversión específica, ya sea en un proyecto existente o en uno nuevo. Es muy útil cuando dos o más empresas buscan ingresar, a través de una joint venture internacional, a otros mercados.
Aunque similar a la joint venture, la alianza estratégica es más flexible. Las empresas colaboran en áreas específicas, de modo tal que comparten recursos y conocimientos, pero sin la necesidad de aportar capital o crear una nueva entidad.
Mitigación de riesgos. Al compartir inversiones y responsabilidades, las empresas distribuyen los riesgos, lo que puede ser especialmente valioso en proyectos de gran envergadura.
Acceso a recursos. Una joint venture proporciona a las empresas la oportunidad de acceder a tecnologías, mercados y habilidades especializadas que de otra manera podrían estar fuera de su alcance.
Flexibilidad operativa. Las empresas pueden adaptar la joint venture a sus necesidades específicas para alcanzar una colaboración eficiente y orientada a objetivos concretos.
Diferencias en la cultura organizativa. Las diferencias en cultura corporativa y estilos de gestión pueden generar tensiones y malentendidos.
Distribución de beneficios. Si bien la colaboración puede generar ganancias, estas deben repartirse entre las partes, lo que puede afectar la rentabilidad esperada.
Complejidad de los acuerdos. Definir los términos de la joint venture puede ser un proceso intrincado que requiere negociaciones detalladas.
Potencial dependencia. Si una empresa se vuelve demasiado dependiente de la joint venture, podría enfrentar desafíos si la alianza se disuelve.
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